Page 8 - Una extraña pelota
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primero intentamos sacarla con la mano, luego con una rama, al
                                                                                                                                      no poder lograrlo decidimos que uno de los dos tendría que meterse

                                                                                                                                      entre los arbustos mientras el otro sujetaba las ramas, fue terrible,
                                                                                                                                      quedamos todo rasguñados, pareciera que hubiésemos peleado con
                                                                                                                                      un tigre.




                                                                                                                                      Al tercer intento pudimos verla; estirando el brazo lo más posible
                                                                                                                                      por fin logré agarrarla, mi hermano la recibió, suspirando aliviado

                                                                                                                                      por haberla logrado sacar.



                                                                                                                                      Saliendo del matorral vi a mi hermano sorprendido mirando la ex-
                                                                                                                                      traña pelota que tenía en sus manos, no era la nuestra; en realidad era

                                                                                                                                      un pequeño erizo que, con el susto, había enrollado su cuerpo hasta
                                                                                                                                      quedar como una pelota, con mucho cuidado de no pincharnos, lo

                                                                                                                                      cogimos con las manos para observarlo, repentinamente se desenro-
                                                                                                                                      lló mostrando su cabeza y sus cuatro patitas.
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